jueves, 11 de abril de 2013

El Familiar

EL FAMILIAR
            En el llano portugueseño es común oír hablar del El Familiar que viene a ser aquella figura que El Diablo toma para presentarse en los sitios donde él y los dueños han celebrado algún pacto: “… suele suceder que Satanás se presente en persona o animal desconocido y aun puede ocurrir que lo haga en forma de tronco con las ramas cortadas”. El monje alemán Sufurino que en antiguos pergaminos hebreos advertía  a todas las criaturas del universo de la forma siguiente:
            “Los espíritus diabólicos acostumbran tomar toda clase de formas tanto de personas como de animales. Los más usuales, sin embargo, son las de dragón o de cabra, aunque algunas veces se presentan en forma de gato, gallina, cocodrilo, etc.”
            Sin embargo, sea de la forma que fuere, las narraciones de los portugueseños han dado testimonio de lo que se conoce como “pactos con el Diablo”.
            La señora Aurelia Quintero, habitante de la Aparición de Ospino narró: Cuando yo tenía 9 años vivía con mi hermana Lucía Quintero en Río Claro. Eso era muy solo en ese tiempo, imagínese yo tengo ya 56 años, ella vivía con un señor llamado Antonio Cáceres. Yo apenas estaba aprendiendo a leer las primeras letras. Casi no entendía ninguna lectura, pero yo siempre observaba que en una troja que había en la sala de la casa el señor Antonio guardaba celosamente un libro, el cual revisaba muy a menudo. Muchas veces, estando escondida, lo vi subir por la vieja escalera de madera, quitar unos sacos de fique y de un cajón sacar un libro rojo, grande, “mala comparación”, del tamaño de un Biblia. Un día mi hermana y él se fueron para el pueblo y me dejaron cuidando la niña. Era mediodía. Apenas ellos se fueron me encaramé en la escalera y con mucho temor de que ellos regresaran y pudieran sorprenderme, revisé rápidamente el libro. Me quedé realmente asombrada, porque como un milagro del mismísimo Diablo yo leí, sin vacilar, clarito lo que decía, lo recuerdo como si fuera hoy mismo. Por fuera decía: El Libro Rojo de la Cabra  Infernal y cuando abrí las paginas leí un párrafo  que decía, más o menos así: Para hacer un pacto con el Diablo debe conseguir tres huevos de una gallina negra y llevárselos, cuando sean las doce de las noche para un camino oscuro donde haya muerto alguien y este clavada una Cruz,  allí coloca uno delante de la Cruz y dos detrás… creo que había que llevarse los dos huevos que estaban detrás de la cruz a los siete días y el Diablo le aparecía a uno en forma de gallina negra. Lo cierto es que yo leí rápidamente lo que pude y luego muy asustada por lo que había leído y porque si mi hermana me conseguía revisando ese libro me daba una paliza, lo guardé cuidando de dejar todo como estaba originalmente, sin rastro de mi curiosidad. Ellos no regresaron. En la noche la niña se durmió. Yo me acosté con ella y dejé la lámpara de querosén encendida. Me dormí y ya en la madrugada, no tengo ni idea de la hora, desperté y vi el libro rojo sobre la cama, a mi lado, abierto en las mismas páginas donde había leído el pacto al mediodía, me levante llena de miedo, coloque el libro de nuevo en el cajón, lo tapé con los sacos y no dormí más, pendiente del libro hasta que amaneció. Yo jamás he sido sonámbula y sé que es imposible que con el temor que uno antes tenía yo haya dejado de guardar ese libro. Para mí fue un acontecimiento que nunca me lo he podido explicar.
            En visita a Las Tucuraguas, más allá del Salto del Diablo, distante unos nueve kilómetros de la carretera Panamericana, entre Agua Blanca y San Rafael de Onoto, José Gregorio Vaca nos informa: Estando yo pequeño vivía con mi tío Antonio Vaca y éste le trabajaba un señor llamado Pablo Falcón. Un día Falcón le dijo a mi tío: mire Antonio yo tengo ganas de hacer un pacto con el “Panaquire”, que así también le dicen a Lucifer. Una noche el hombre agarró un machete, un litro de aguardiente y se internó en la montaña. Fue solito. Ese otro día cuando apareció le dijo a mi tío: ya estoy listo, él me dijo que me daba progreso, dinero, salud; pero que le prometiera que al morir, él se haría cargo de mi alma. Yo acepté y entonces me dijo: váyase y cumpla… sabe.
            A los pocos días vino un hombre extraño al lugar y le dió una fortuna a Falcón por unas tierritas peladas que tenia aquí en Las Tucuraguas. Falcón se residenció en Acarigua y fundó una carpintería, donde se dedicaba a hacer guacales. Día a día el hombre se enriquecía y el trabajo aumentaba. De todas partes venían los agricultores a encargarle guacales.
            Falcón se puso millonario y mi tío que trabajaba con él en la carpintería le dijo: Mire Falcón, a mi me da mucho miedo ese pacto que usted hizo. Yo lo voy a dejar solo. Yo no sigo con usted… Falcón se quedó pensativo y a la semana le dijo a mi tío: Antonio yo esta vaina la he pensado mucho y voy  a hablar con el personaje aquel y le voy a decir que yo no sigo en este negocio. Así fue y no pasaron tres meses sin que los hijos de Falcón cayeran presos, la carpintería se quemó, y Pablo Falcón se murió.
            En el fundo El Chaparral, por la vía de la Choconera, en Turén, también existió un señor de apellido Perozo que según, decía la gente del lugar, tenía pacto con el Diablo.
A este ganadero, según los comentarios, Lucifer le mandó un toro negro que era, supuestamente. El Familiar. Ese toro se encargó de recoger todo el ganado suelto que andaba por la sabana. Llegó un momento que el ganado no cabía en los corrales. Un día el dueño del fundo se enfermó y se agravó. La esposa, que desconocía el trato hecho por el hombre, mandó a buscar un sacerdote para que lo confesara y le ayudara a bien morir. Cuentan los testigos que presenciaron el acontecimiento que cuando llegó el sacerdote “El Familiar” saltó la cerca del corral, la cerca de la posesión y se fue camino abierto por la sabana, llevándose tras sí toda la inmensa manada de ganado vacuno.
En Sabana Dulce, Pedro Guédez nos refirió una historia que le contó su abuelo Don Gerónimo Laya y que ocurrió más o menos para el año de 1910, en un fundo propiedad de un señor de apellido Novellino.
Decían los campesinos que ese elemento tenía pacto con el Diablo y que en su hato había un toro blanco (El Familiar) que andaba suelto por la llanura y nunca lo pudieron enlazar, pero en ese hato cada vez aumentaba mas el ganado y todas las semanas sacaban arreos inmensos de animales y el hato igualito, llenos los corrales. Un día el caporal del hato se dispuso, junto con otros peones, a enlazar el toro y cada vez que lo llevaban alcanzado parecía que se elevaba por los aires y se ponía más adelante… más adelante. Llegó un momento en que lo encerraron en una ensenada, todos eran buenos jinetes, llaneros amansadores, sin embargo, el toro desapareció  y apareció en la parte alta, mirando con ojos centelleantes. El caporal no se dio por vencido y con los peones le salió de nuevo al encuentro. El toro embistió al caporal e hirió de muerte al caballo. Cuando el caporal se agachó para tratar de auxiliar al caballo, el toro se paró en dos patas, bufeó muy fuerte, se regresó con los ojos despidiendo candela y corneó al caporal quien cayó al suelo agonizante. Los peones lo llevaron al corredor de la casona donde habitaban los dueños. El caporal pedía agua… agua. Los presentes negaron el agua al moribundo por considerar que era perjudicial debido a la grave herida que presentaba en el abdomen. El hombre murió y cuentan que durante muchos años fue común para los habitantes del hato oír por las noches el trote de un caballo que llegaba al corredor y se escuchaban los pasos hasta el tinajero donde servía el agua en la totuma. Luego se oían las pisadas de las botas de regreso y el pasitrote del caballo al alejarse de la casa. De la familia no se supo más nada, la hacienda se tornó en ruinas y la gente aún sostiene que en Sabana Dulce, en noches de luna clara se ve el toro blanco atravesar la llanura, corriendo como alma que lleva El Diablo.
En Píritu, estando agonizando, desde hacía varios días, el señor Esteban Pérez, cuñado de Don Albino Quintana, conocido comerciante de esa población de los años cuarenta y abuelo del periodista Coromoto Álvarez Quintana y encontrándose  de visita en la casa del enfermo la señora Petra Parada y en presencia de la niña Jovina Quintana (hoy viuda de Álvarez), llego en pleno día, un hombre a caballo, desconocido por todos, bajó de la bestia y entró al corredor de la casa, sin decir absolutamente nada, pasó a la habitación del moribundo, lo observó y de la misma forma como llegó, salió. Esa misma tarde Esteban Pérez dejo de existir. Después se regó como pólvora entre el pueblo piriteño el comentario de que éste hombre tenía pacto con El Diablo.
El señor Baudilio Mendoza, de 83 años de edad, residenciado en Palo Alzao, caserío ubicado cerca de Biscucuy, nos informó: se puede recibir beneficios de El Diablo sin necesidad de pactar con él, prueba de ello es la magia de las habas. Trato que uno hace sin correr ningún riesgo. Este trato se hace así: se mata un gato negro, un día sábado  cuando suene la primera campanada de las doce de la noche, se le mete un haba en cada ojo, otro debajo de la cola y una en cada oído. Luego se entierra en un solar desocupado que esté cercano a la casa y se le cubre de tierra, después se riega todas las noches con poco agua cuando sean las doce, hasta que las habas hayan brotado y estén maduras. Cuando esto sucede se corta la mata se lleva para la casa y se ponen las habas a secar para cuando llegue el momento de usarlas.
Una haba metida en la boca tiene la propiedad de hacer invisible a la persona. Manteniéndola apretada con el dedo del corazón de la mano izquierda se puede llamar a El Diablo y éste se presentará para ponerse incondicionalmente a las órdenes de quien posee el haba.
Se debe tener presente que por las noches cuando se van a regar las matas, se aparecen muchos fantasmas y manifestaciones extra-sensoriales para asustar al interesado. Eso es normal, pues al demonio no le gusta servir sin que haya mediado un trato, donde esa persona le haya entregado el alma. Es recomendable no asustarse y al llegar al lugar donde este enterrado el gato negro ponerse de rodillas, hacerse la señal de la Cruz y rezar un credo.
Se comenta que en Portuguesa cualquier persona que desee superarse económicamente puede venderle un familiar o un amigo a Lucifer sin necesidad de que la persona vendida tenga conocimiento del negocio realizado.

Ana Belén Amor Garcia

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